Además de hablar de nutrición, @olga.ayllon y yo hablamos durante muchas horas sobre crianza. Y en una de tantas conversaciones se nos ocurrió, hace unos años, una idea que bautizamos como “la teoría del humo”. Voy a intentar resumirla en estas líneas, a ver qué os parece.

En España, como ya sabéis, se podía fumar en bares y restaurantes hasta el año 2011. Así que, gracias a la muy benéfica “Ley antitabaco” (Ley 42/2010), llevamos 10 añitos sin aguantar ese aroma pegajoso y viciado del tabaco ajeno, que ensuciaba nuestra ropa y dañaba nuestros pulmones (paréntesis con pequeña batallita: hace más de 20 años entré a trabajar en una oficina de correos con bastantes fumadores, y al poco de estar allí pedí firmas para que nadie fumara; mi solicitud ganó por mayoría y se acabó el humo).

El caso es que si hoy entramos en un local en el que se fuma (por ejemplo, en la casa de alguien que está fumando), el humo nos parece intolerable y huimos de allí a la más mínima oportunidad. Sin embargo, antes de 2011 soportábamos con más o menos estoicismo el humo en bares y restaurantes y, curiosamente, no nos parecía tan abominable. Pues bien, Olga y yo pensamos que el maltrato en la infancia se parece a ese humo. Si nuestros hijos crecen en un ambiente lleno de gritos, faltas de respeto, autoritarismo, prepotencia, agresividad, chantaje emocional, intimidación, desprecio… lleno, en resumen, de un «humo» tóxico, es posible que cuando crezcan les parezca normal vivir en un entorno similar. Sin embargo, unos niños que crecen en un hogar cálido y limpio de cualquier clase de maltrato, es más probable que huyan sin pestañear si van a parar a un lugar hostil. El “humo” les parecerá, como nos parece hoy en un local repleto de fumadores, insoportable.

Un abrazo y gracias por leerme.

Nota: me he decidido a traer por aquí este breve texto a la vista del notable éxito que tuvo ayer cuando lo compartí tanto en Facebook como en Instagram.

 

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