Como todo hijo de vecino, he tenido que sufrir algunos acontecimientos traumáticos. Cierto día, contemplando los surcos que aparecen en la foto (con los que la maravillosa Olga Ayllón y yo nos topamos a menudo al salir a pasear o a correr por los alrededores de nuestro pueblo), pensé que un daño psicológico prolongado en el tiempo se puede comparar con dichos surcos.

 

Si un día pisamos un campo sembrado, pues seguramente no pasará nada grave. Pero ¿y si lo hacemos un día tras otro? ¿Y si en vez de pisar con los pies lo hacemos con una moto de trial? ¿Y si se trata de un tráiler de 40 toneladas? Es probable que luego no crezca ni una triste brizna de hierba en él.

 

Es cierto que, con no poco esfuerzo, he podido reconstruir mi vida. Es cierto que estoy rodeado de amor y sonrisas y que disfruto unas altas cotas de felicidad personal, familiar y laboral que jamás había soñado. Pero hay unos surcos en mi mente por los que no puedo pasar sin sufrir, porque es terreno estéril en el que solo hay dureza y sequedad. Y es que pese a que he superado la mayoría de mis complejos y traumas, algunos me han dejado una huella que no logro borrar del todo, por más que lo intento. Leo interesantísimos libros de psicología, escucho opiniones inteligentes, me miro en el espejo de vidas ejemplares, converso con personas admirables, pido ayuda, acudo a terapias… y ahí siguen, impertérritos.

 

Por eso tengo tan claro que es urgente huir de las relaciones dañinas. Son esas que atropellan nuestra dignidad sin el más mínimo remordimiento. Las que bombardean nuestros proyectos e ilusiones con frases que son tan bien intencionadas como un misil nuclear. Las que ningunean con absoluto impudor nuestras necesidades, pese a que nosotros hayamos acariciado las suyas. Las que alardean de regalar sinceridad cuando en realidad nos envenenan con una arrogancia cruel y aniquiladora. Las que no dudan en acusarnos, calumniarnos, desacreditarnos o amenazarnos en cuanto nos defendemos de sus agresiones. Esas, en suma, que aplastan nuestra autoestima con el peso de un tanque de guerra.

 

Huir de tales relaciones no es cobardía, es sabiduría.

 

Un abrazo y gracias por leerme.
Foto: #SantaEulàliaDeRiuprimer.

   

  
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