Nació con un alto riesgo genético de obesidad (Hum Mol Genet. 2006 Oct 15;15).

Su madre no recibió ninguna clase de asesoramiento sobre lactancia materna. Al nacer, el personal de enfermería le enchufó varios biberones “porque lloraba mucho” y sus padres salieron del hospital con una “canastilla” que incluía varias fórmulas infantiles (“biberón”). Jamás tomó el pecho, que protege del riesgo de obesidad (Acta Paediatr. 2015;104(467):30-37).

A los 2 años un sanitario consideró que estaba “justa de percentil” y le prescribió un fármaco para aumentar el apetito, que hizo que ganara demasiado peso (Subst Abuse Treat Prev Policy. 2016;11:7).

Sus padres, de condición humilde y sin formación, cayeron en las redes del marketing depredador y alimentaron a su hija a lo largo de su infancia con productos alimenticios malsanos, sin ser conscientes del riesgo al que exponían a la niña (Rev Pediatr Aten Primaria. 2020;22:e65-e80).

El barrio en el que vivió de pequeña era muy conflictivo y era arriesgado salir a jugar a la calle, que además estaba repleta de coches y vacía de sitios para jugar, por lo que pasó una infancia muy sedentaria (Ann Agric Environ Med. 2014;21(3):590-594).

A causa de su progresivo exceso de peso, se lesionaba con mucha facilidad en las clases de educación física o jugando en el patio, lo que incrementó todavía más su sedentarismo (J Pediatr Surg. 2009 Aug;44(8):1601-5).

Sufrió el difícil divorcio de sus padres a los 12 años y tuvo que asistir a numerosas escenas violentas de gritos, e incluso golpes. Ello también contribuyó a su cada vez más preocupante exceso de peso (Demography. 2019 Jun;56(3):785-811).

A los 14 años sufrió una violación, que incrementa mucho el riesgo de obesidad (Pediatr Obes. 2014;9(5):351-361).

En la adolescencia ya padecía obesidad y varios compañeros de clase se burlaban de ella constantemente (“foca”, “gorda”, “deja de zampar”… ). Para evitar la depresión se refugió en la comida.

A los 17 años quiso perder peso por su cuenta pero fracasó, sintiéndose culpable (PLoS One. 2017; 12(1): e0167571).

A los 18 fue a parar a un pseudonutricionista que le pautó una dieta milagro… que hizo que perdiera muchísima masa muscular, con el consiguiente efecto rebote (Int J Obes (Lond). 2007;31(5):743-750). Él la acusó de no tener fuerza de voluntad (Rev Assoc Med Bras (1992). 2012;58(2):254-262).

A los 20 años no la aceptaron en diversos trabajos porque pesaba demasiado (Front Psychol. 2016; 7: 647).

Siguió sufriendo discriminación y estigma, incluso por parte de personas cercanas (Health Educ Res. 2008;23(2):347-358.) con el consiguiente daño para su autoestima (Soc Sci Med. 2011;73(4):491-497).

Cayó en las redes de otros “terapeutas alternativos” que le prometieron adelgazar con pastillas naturales o batidos desintoxicantes. Perdió tiempo, dinero y salud y ganó cada vez más peso, más frustración y más desorientación (Obesity (Silver Spring). 2011;19(2):239-244).

Hoy pesa 100 kilos. Es una víctima más del entorno “obesogénico” (que genera obesidad). Pero buena parte de la población piensa, al mirarla, que su obesidad es culpa de que es una glotona y una perezosa.

Como dijeron Gary D. Foster, Angela P. Makris y Brooke A. Bailer, citando a su vez a Stunkard y Sobal, “El menosprecio a los individuos con obesidad es la última forma de prejuicio socialmente aceptada” (Am J Clin Nutr. 2005;82(1 Suppl):230S-235S.).

 

 

 

Para saber más: Un billete arrugado no es “una arruga”, y una persona que presenta obesidad no es “un obeso”.

 

Nota: muchísimas gracias a mi amiga Roser Jordà  por su impagable ayuda en la revisión de este texto.

Nota 2: mi amiga Mónica Marcano (@monicamarcano) ha tenido la increíble amabilidad de traducir este texto al inglés. Ahí va: «The Viacrucis of Obesity«. ¡Muchísimas gracias!

Posdata (8 de febrero de 2021). Una revisión sistemática de la literatura de Krista Schroeder y colaboradores, recién publicada en la revista Obesity Reviews, acaba de confirmar que los traumas infantiles (sobre todo los abusos sexuales) muestran una clara relación con el riesgo de obesidad. Schroeder K, Schuler BR, Kobulsky JM, Sarwer DB. The association between adverse childhood experiences and childhood obesity: A systematic review. Obes Rev. 2021 Jan 27. doi: 10.1111/obr.13204. Epub ahead of print. PMID: 33506595. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33506595/

P.D.2 (9 de octubre de 2022): Un seguimiento de nada menos que 2.006.296 personas con exceso de peso llegó a la conclusión de que la posibilidad de que una persona con obesidad adelgace y mantenga la pérdida de peso con los años es rara. Y la posibilidad de que consiga un peso normal es «extremadamente baja» (Fildes A, Charlton J, Rudisill C, Littlejohns P, Prevost AT, Gulliford MC. Probability of an Obese Person Attaining Normal Body Weight: Cohort Study Using Electronic Health Records. Am J Public Health. 2015 Sep;105(9):e54-9). Eso no significa que dicha persona no pueda adelgazar y mejorar las condiciones de salud relacionadas con el exceso de peso (el objetivo de los tratamientos para la obesidad es conseguir disminuir un 5-10% el peso corporal –J Acad Nutr Diet. 2016 Jan;116(1):129-147-). Significa que conseguir el «normopeso» cuando ya está instaurada la obesidad no es tan fácil como suele creer la población. De ahí la siguiente reflexión que acabo de compartir en mi cuenta de Twitter:

 

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