No aparece en mi currículum, pero allá por el año 2006 trabajé como asesor científico en el área de la nutrición de una agencia de comunicación. Ganaba bastante dinero. Sin embargo, aunque yo entonces no era consciente, el trabajo no era muy ético.

Un día recibí de la agencia un encargo bien pagado: rellenar, en nombre de Danone, la “solicitud de declaración de propiedades saludables” de Actimel. O sea, cumplimentar el formulario que se entregaría a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), para que aprobase (o no) la declaración de salud “Actimel mejora el sistema inmunitario”.

Revisé la literatura científica… y había muchos estudios con pruebas que acreditaban (eso pensé yo) que el L-Casei de Actimel, una bacteria probiótica, ejercía tal efecto. Así que acepté, recopilé todos los estudios sobre el tema y empecé a rellenar el formulario.

Pero conforme avanzaba fue tomando forma una sospecha, que pasó a ser escepticismo, que se transfiguró en desconfianza y acabó tornándose en un agudo sentido crítico, que todavía conservo. Algo no cuadraba. Sí, tenía delante muchas investigaciones publicadas en reputadas revistas científicas. Pero la ciencia no funciona a bulto, como unas patatas que compras a peso. No es cuestión de cantidad, sino de calidad.

Una noche, cuando María y Ana y dormían (Òliver aún no había nacido), aparté del comedor los juguetes y esparcí en el suelo todos los estudios que supuestamente acreditaban mejoras en la inmunidad atribuibles al Lactobacillus casei DN-114.001 de Actimel. Quería mirarlos de cerca, con otra perspectiva distinta a la que da un ordenador o un escritorio. La foto, que tomó la maravillosa Olga Ayllón, es de esa noche.

Al cabo de unas horas se me cayó la venda: ninguno de los estudios (y los leí todos) acreditaba de manera clara mejoras en el sistema inmunitario. A la mañana siguiente escribí a la agencia y rechacé el trabajo, pidiendo disculpas. No les sentó muy bien, lógicamente, porque esto demoró la solicitud. Perdí dinero, pero gané integridad.

A día de hoy, la EFSA no permite afirmar “Actimel mejora el sistema inmunitario”. Entonces, ¿por qué tanta gente cree que sí y por qué tantos científicos se llevan las manos a la cabeza cada vez que leen «Actimel ayuda a tu sistema inmunitario»? Lo resumo a continuación, pero tenéis la explicación ampliada en los textos:

¿Existen alimentos para aumentar las defensas?”,

Ninguna sociedad pediátrica (o no pediátrica) debería avalar Actimel Kids”,

«¿Quieres proteger tus defensas? Aléjate del #CuñaoVirus«,

«Ajo, miel y vitamina C, ¿ayudan a combatir el resfriado?«,

«Probióticos: desaconsejados para la mayoría de afecciones digestivas«, y

«Nuevo Actimel: diferente traje, mismo engaño» (este último es de la Organización de Consumidores y Usuarios)

Y aquí el prometido resumen: hemos visto que la bacteria probiótica de Actimel no ha acreditado fehacientemente mejorar el sistema inmunitario. ¿Dónde está, por tanto, el truco? Resulta que la EFSA sí reconoce que algunas vitaminas o minerales (cobre, folato, hierro, selenio, zinc o vitaminas A, B6, B12, C y D) participan en el funcionamiento del sistema inmunitario. Pues bien, Actimel contiene algunas de dichas vitaminas. Pero ojo, es importante matizar (algo de lo que casi nadie se percata) que «participa en el funcionamiento del sistema inmunitario» no es sinónimo de «mejora el sistema inmunitario». Es decir, dicha «participación» no significa que tomar una dosis extra de estos nutrientes mejore la inmunidad. Tampoco es sinónimo de que haya deficiencias de tales nutrientes en la población.

Para que nos entendamos: ¿una manta te quita el frío? Sí, sin duda. Pero ponerte muchas mantas, cuando ya no tienes frío o cuando no hace frío, no tiene sentido. Pues algo así pasa con tales vitaminas. ¿Están implicadas en el sistema inmunitario? Sí. ¿Tomar muchas hará que mejore tu sistema inmunitario? No.

Casi acabo. Seguro que alguien piensa «Bueno, pero ¿qué tiene de malo pagar unos eurillos más [Actimel no es ni mucho menos barato] para llevarme unas vitaminas extra?». En tal caso, ruego pegar una ojeada a dos textos más: «Riesgos para la salud de los “alimentos funcionales” y «¿Suplementos dietéticos? ¿Complementos alimenticios? ¿Multivitamínicos? Ojo con eso«.

Os dejo, para finalizar, con algunos tuits. El primero, lo publicó ayer mi admirada amiga Laura Caorsi, indignada ante un nuevo anuncio de Actimel. Cuidado, no os está diciendo que os hartéis de huevos fritos y donuts de chocolate para ayudar «más a tu sistema inmunitario», que os conozco.

 

Y el resto de tuits son cosecha de un servidor, que he ido poniendo en mi cuenta de Twitter cuando, como Laura Caorsi, me indignaba con la publicidad del dichoso Actimel:

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