En 2010, en el libro No más dieta, detallé las siguientes consideraciones:

«[…] Hablando de yodo y de problemas tiroideos, debes saber que el consumo excesivo de algas es un factor de riesgo para tu tiroides. Para que te hagas una idea: las recomendaciones diarias de ingesta de yodo oscilan entre los 150 y los 290 microgramos al día (en adultos). El límite superior de ingesta (a partir de donde hay riesgo) es de 900 microgramos. Pues bien, tres tristes y miserables gramos de alga Kombu desecada (que tras remojarla pesará unos 15 gramos) aportan 6.990 microgramos de yodo. Es decir, se multiplica por 8 el límite máximo tolerado. Algo similar pasa con el resto de algas. Toma muy pocas algas. O, mejor, no tomes algas».

Dos años después, amplié este asunto en el libro Secretos de la gente sana, donde incluí una tabla de algas y su contenido en yodo junto a este consejo «¿Estás pensando en las algas como fuente de yodo en tu alimentación? Mejor que no lo hagas». Encontraréis dicha tabla y su justificación bibliográfica, además de en el libro, en este texto que redactamos en 2013 Antonio Ortí y yo: «Con respuesta: ¿Es conveniente tomar algas?«.

En 2016, en Más vegetales, menos animales, Juanjo Cáceres y yo expusimos lo siguiente:

«La última investigación que hemos leído sobre este tema es la de los doctores Bouga y Combet. En su estudio, publicado en enero de 2015 en Proceedings of the Nutrition Society desaconsejan una larga lista de algas o productos elaborados con ellas por suponer un riesgo para la salud a causa de su elevado contenido en yodo. Si los toma una mujer embarazada el riesgo es mayor, porque los daños al feto pueden ser más inmediatos. También hay estudios que observan que estos alimentos pueden acumular altas dosis de arsénico y otros contaminantes».

El caso es que a causa de posicionarme sobre esta cuestión bastantes naturópatas y numerosos fabricantes de algas me han escrito para pedirme que me retracte. Ninguno de ellos me ha aportado datos científicos para sacarme de mi «error». Mientras tanto, he ido archivando investigaciones que refuerzan el principio de precaución que guía mi postura con respecto a esta cuestión y con respecto a cualquier tema relacionado con la salud. Además de las investigaciones que aparecen en los textos arriba citados, sugiero revisar estas seis:

Explico todo lo anterior porque nuestro Ministerio de Sanidad, a través de la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) se acaba de posicionar sobre este asunto. Lo ha hecho en su documento «Recomendaciones sobre el consumo de algas por su contenido en yodo«. Sus dos recomendaciones son estas:

  • Las personas con disfunción tiroidea o que tomen medicamentos que contengan yodo deben evitar el consumo de alimentos que contengan algas, especialmente de la especie Kombu (Laminaria japonica, Saccharina japónica), debido a los elevados niveles de yodo que aportan en su composición.
  • Ante la ausencia de datos suficientes para medir el riesgo en la población infantil por el contenido en yodo de las algas, se recomienda evitar su consumo por niños y niñas, así como por mujeres embarazadas o en periodo de lactancia.

Me parece bien, pero me parece insuficiente. Porque, como queda justificado más arriba, incluso pequeñas cantidades de algas suponen un riesgo poblacional por su elevado contenido en yodo y metales pesados.

Por cierto, dado que me lo preguntan a menudo, debo explicar que es verdad que la población japonesa tiene una mayor adaptación metabólica a altas ingestas de yodo a causa de una tradición en la ingesta de algas, pero también es verdad que la cantidad de personas japonesas con problemas relacionados con la excesiva ingesta de yodo es elevada (Thyroid. 2008 Jun;18(6):667-8 / Thyroid Res. 2011 Oct 5;4:14 / Eur J Cancer Prev. 2012 May;21(3):254-6 / Br J Nutr. 2015 Aug 28;114(4):624-34).

En suma: siga sin tomar algas.
Posdata (4 de noviembre de 2021). Acabo de intentar resumir en un minuto esta cuestión en mi cuenta de YouTube:

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