Hay estudios que le hacen a uno saltar de alegría. Y el publicado en PLoS One en 2014, por Joseph E. Donnelly y colaboradores, es uno de ellos. Les aseguro que solo con leer la conclusión ya me entraron ganas de salir a correr un rato y saborear, otra vez más, el paisaje que regalan cada día las montañas de Osona, siempre distinto, siempre precioso. Lean, lean: “¿Hacer más ejercicio o actividad física altera la ingesta energética ‘ad-libitum’ o la composición de macronutrientes en adultos sanos? Una revisión sistemática”. La expresión “ingesta energética ‘ad-libitum’”, difícil de traducir, proviene del latín y significa «a placer, a voluntad». En el contexto de los estudios relacionados con la nutrición implica que los voluntarios (o los animales en estudio) consumen alimentos sin que ni el propio voluntario ni tampoco alguien externo controle o limite la cantidad o el volumen de ingesta . Veamos más de cerca el estudio, como quien admira el paisaje.

Los investigadores, pertenecientes al Instituto de Investigación Cardiovascular (Centro de Actividad Física y Control de Peso) de la Facultad de Medicina de Kansas, comienzan su artículo mostrándose francamente preocupados por la creciente pandemia de obesidad en Estados Unidos, que tiene pocos visos de mejora. ¿Sabían que está previsto que en 2030 el 51% de la población americana tenga obesidad (ojo, no sobrepeso, sino obesidad)? Desde un punto de vista sanitario, pero también económico, resulta desolador. Por fortuna, en España la situación no es tan preocupante…de momento, porque seguimos de cerca sus pasos.

La cuestión es que pese a que sabemos que el ejercicio físico resulta crucial para prevenir la obesidad e incluso para tratarla (la pérdida de peso se compone sobre todo de masa grasa, conservándose la masa muscular), siempre hemos tenido la duda de si se acompaña de un aumento de la ingesta energética o de un empeoramiento del perfil nutricional de la dieta, algo que reduciría (“compensaría”) la magnitud de los beneficios de esta recomendable práctica. ¿Estamos ante una de tantas falsas creencias sobre nutrición y deporte? ¿Es otro de tantos mitos dietéticos que tanto abundan en la nutrición deportiva?

Donnelly y colaboradores han querido dilucidar, para salir de dudas, qué dicen las investigaciones disponibles sobre este asunto, y lo han hecho mediante una revisión sistemática de la literatura científica. Para ello han seguido una metodología denominada PRISMA, que tradujimos mis colegas y yo en el volumen 18 (número 3) de 2014 de la Revista Española de Nutrición Humana y Dietética. Las conclusiones de estos investigadores de Kansas son las siguientes:

Ingesta de energía: Pese a la extendida creencia de que aumentar la cantidad de ejercicio se acompaña de un incremento en la ingesta energética, que “oscurecería” los beneficios del ejercicio, no hay pruebas convincentes que lo sustenten. De hecho, los estudios que han observado aumentos en el consumo de energía tras el ejercicio constatan que dicha energía solo compensa parcialmente la gastada durante el ejercicio. Es decir, el balance acaba siendo negativo (consumimos menos calorías que las gastadas).

Ingesta de macronutrientes: Tampoco hay pruebas sólidas que nos hagan pensar que el ejercicio altere la composición de macronutrientes de la dieta.

Es cierto que se trata de un estudio que, como reconocen los propios autores, presenta diversas limitaciones, ya que las investigaciones evaluadas en la revisión sistemática son heterogéneas, y no aplicables a toda la población. Pero nos da un buen motivo para desconfiar de quien nos afirme con rotundidad que “el ejercicio te da más hambre y por lo tanto engorda”.

Finalizo con una frase que incluimos el Dr. Juanjo Cáceres (@juanjocaceresn) y yo en nuestro libro “Comer y correr”, para animarles a levantarse de la silla, el sofá o el sillón en el que están sentados (si es que lo están, claro):

“Hoy por hoy sabemos que la ausencia de actividad física supone poner en jaque a la salud. Un jaque que puede ser, a largo plazo, jaque mate. Dicha ausencia de movimiento se resume en una palabra: sedentarismo. Al oírla, los expertos en salud pública ponen la misma cara que Supermán cuando le acercan la kryptonita”.

Posdata (13 de diciembre de 2022): Se acaba de publicar un estudio (revisión sistemática con metaanálisis) que ha evaluado si el ejercicio en el agua aumenta el apetito, para concluir que existen razones para pensar que sí… aunque no por ello debemos desaconsejarlo. Simplemente se debe tener en cuenta por parte de personas que realizan ejercicio en el agua y tengan como alguno de sus objetivos el control de peso corporal. La reflexión final del equipo de investigación, cuya primera firmante es Marie J Grigg , es que si se tiene como objetivo el control del peso corporal, se debe tener en cuenta la tendencia a comer más en las horas posteriores a una sesión de ejercicio a base de agua, especialmente si la temperatura del agua es fría (18-20 °C). Fuente: Grigg MJ, Thake CD, Allgrove JE, King JA, Thackray AE, Stensel DJ, Owen A, Broom DR. Influence of water-based exercise on energy intake, appetite, and appetite-related hormones in adults: A systematic review and meta-analysis. Appetite. 2023 Jan 1;180:106375.

 

 

Cursos_y_conferencias

 

 

 

 

 

 

 

Suscribirse a este blog: http://juliobasulto.com/novedad-suscripcion-a-mi-blog-a-traves-del-correo-electronico/