Texto publicado originalmente en «Comer o no comer» el 27 de mayo de 2014.

Ante síntomas habituales en la población, pero difíciles de encasillar en una patología concreta, nada mejor que inventar una enfermedad. Tras este cómodo “esfuerzo”, es momento de ganar dinero. ¿Cómo? Muy fácil:

  1. Cobraremos a los incautos por diagnosticarles nuestra enfermedad,
  2. Cobraremos también por las subsiguientes visitas “médicas” y
  3. Volveremos a cobrar por el tratamiento. Un tratamiento que debe contar con suplementos “naturales” a precio de oro, acompañados de una dieta desequilibrada y muy restrictiva (si no está de moda, la pondremos nosotros mismos en boga).

Cuanto más cobremos en cualquiera de estas tres interacciones, mejor, razón por la que debemos autodenominarnos cuanto antes “expertos” en algo. La enfermedad, pese a no aparecer ni por asomo en ningún manual de referencia en medicina, debe parecer científica. “Síndrome del intestino permeable” encaja a la perfección con dicha premisa. La causa de la dolencia siempre será algo que la mayor parte de la población tiene como práctica habitual (una dieta insana o el uso de medicamentos son buenos candidatos), con el objetivo de captar el máximo número posible de enfermos.

La explicación del síndrome también requiere la aparición de palabras técnicas conocidas (“alteración de la mucosa de la pared intestinal”), aunque es preciso acuñar algún término muy utilizado por la medicina alternativa (como “toxinas”) para dar a entender que el tratamiento no puede hacerlo un “ignorante” profesional sanitario sino un terapeuta holístico. Las consecuencias de no tratar la “enfermedad”, por último, deben ser desastrosas. ¿Qué tal “severos daños al sistema inmunitario”? Sí, suena nefasto. Si añadimos “infestaciones por parásitos”, pasa a ser perverso.

Toda esta parrafada que les he soltado se justifica en la cantidad de personas que me han enviado mails mentando a mi madre después de haberme atrevido a publicar, a finales del mes pasado, el texto “Síndrome del intestino permeable ¿otro timo dietético?”. Gajes del oficio, claro. El caso es que no me molesta tanto la credulidad de la población como que haya tanta y tanta gente sin escrúpulos realizando diagnósticos errados, encasquetando tratamientos dietéticos sin base alguna y olvidando que si una dieta equilibrada puede ser buena para la salud, una desequilibrada puede resultar la mar de perjudicial.

Para realizar dicho texto, y mientras revisaba la literatura científica en busca de la existencia del mencionado síndrome y sus supuestos “tratamientos”, tuve la suerte de ir a parar a  la web de NHS Choices, el mayor portal sanitario del Reino Unido, vinculado a su Sistema Nacional de Salud. Su opinión sobre este síndrome es bastante clara: “no es un diagnóstico médico reconocido” y “no hay evidencias de que los llamados ‘tratamientos’ para ‘el síndrome de intestino permeable’, como los suplementos nutricionales o una dieta libre de gluten, tengan ningún efecto beneficioso para la mayoría de las condiciones en las que se afirma que ayudan”.

Por fortuna, acaba de venir en mi ayuda el Dr. Stephen Barret: en mayo de 2014 ha hablado en Quackwatch de este síndrome. Y no muy bien. Detalla qué se supone que genera el “síndrome del intestino permeable”. ¿Están sentados? Entre otras maldiciones, los “terapeutas” que lo diagnostican, aseguran que permite que partículas de alimentos no deseados, «toxinas», bacterias, parásitos, y (cómo no), la «Candida«, entren en el torrente sanguíneo y debiliten nuestra inmunidad, perjudiquen el sistema digestivo y fomenten las enfermedades autoinmunes (que no hay ni una ni dos). Para tratar la “condición”, debemos seguir dietas raras, hacer “limpieza” a base de hierbas o tomar brebajes de todo tipo (¿qué tal un batido verde?). Para Barrett nada de ello tiene sustento científico. Sí lo tiene para el señor Mercola, un multimillonario empresario al que la Food and Drug Administration (FDA) ha llamado la atención en varias ocasiones (por algo será, digo yo -aunque él opinará que «me tienen manía», claro-). Mercola aboga, entre otros sinsentidos, por eliminar el trigo. Si dudan, les sugiero que lean el texto “Trigo, ¿un veneno cotidiano?”, que redacté en febrero de este año.

Concluyo con dos recomendaciones emitidas por NHS Choices en el texto en el que aborda esta cuestión:

“Es prudente que usted sea escéptico cuando lea en una página web las palabras ‘holístico’ o ‘salud natural’, y que no asuma la información que ahí aparezca como correcta o basada en pruebas científicas”.

“Si usted tiene síntomas que no se explican por un diagnóstico, puede ser útil que lea nuestra página sobre los síntomas sin explicación médica. Tales síntomas misteriosos son sorprendentemente comunes, y representan una quinta parte de todas las consultas médicas en el Reino Unido”.

Para saber más:

Posdata: aquí dos artículos más, relacionados con esta cuestión: «Debunking the Myth of ‘Leaky Gut Syndrome’» y «Leaky Brain, Leaky Gut: Are They Real?«.

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