Artículo publicado originalmente, en septiembre de 2014, en «Comer o no comer» (he actualizado algunos datos -dic. 2020-).

Tomamos 5,29 kilos de galletas al año, según datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Una cifra que, por cierto, parece que va en aumento[i]. Supongamos que todas esas galletas fueran del tipo “María” y que solo las consumieran los adultos. Saquemos la calculadora: cada kilo de galletas María tiene, exactamente, 4.543,6 kilocalorías, según datos del excelente libro “Tabla de composición de los alimentos” coordinado por el Dr. Andreu Farran[ii].  Si multiplicamos la cifra por 5,29 (los kilos de galletas que tomamos anualmente) tenemos 24.035,64 kilocalorías. La encuesta ENIDE reveló que la media de ingesta calórica en adultos españoles es de 2.038 kilocalorías/día en mujeres y 2.547 kilocalorías/día en hombres[iii]. Así pues, los hombres españoles tomaríamos a partir de galletas, anualmente, la misma energía que la que ingerimos durante 9 días y medio, una cifra que asciende a 12 días en el caso de las mujeres. ¡Podríamos estar más de una semana sin comer solamente con la energía que nos aportan las galletas al cabo del año!

 

El cálculo, sin embargo, tiene varios “peros”, porque ni solo tomamos galletas María, ni solo las tomamos los adultos.

 

Todo esto viene a que últimamente muchas personas me escriben quejándose (con razón) de que en la escuela ofrecen a diario a sus hijos galletas María para almorzar. Es algo que para los dietistas-nutricionistas vendría a ser como si la clase de educación física consistiera en dormir la siesta. Ayer, sin ir más lejos, avisé en mi cuenta de Facebook de que hoy hablaría de galletas, y mi colega de profesión Lidia Folgar (@Lidia_Folgar), no tardó en responder: “¡Por fin, un producto de repostería que en muchos hogares se come a diario y especialmente por parte de los niños!”. Las siguientes líneas pretenden justificar por qué los dietistas-nutricionistas les tenemos tan poco cariño a las galletas.

 

Para empezar, la composición nutricional de las galletas María es muy similar a la de alimentos superfluos que nadie dudaría en clasificar como “bollería” pura y dura, tal y como refleja la siguiente tabla:

 

Grasa total Grasa saturada Azúcar
Galleta María 19% 10% 27%
Galleta “integral” (“Digestive”) 21% 8% 14%
Croissant 17% 10% 7,5%
Donut 24% 11% 14%
Magdalena 22% 12% 19%

 

Tabla 1. Porcentaje de grasa total, grasa saturada y azúcar en diferentes “alimentos”. Fuente: Farran A, et al. Tabla de composición de los alimentos. Barcelona: Universidad de Barcelona-CESNID; 2004.

 

Como se puede constatar, el porcentaje de grasa total y grasa saturada es comparable al presente en el croissant, el donut o la magdalena, y su carga de azúcar es claramente superior a la del resto de alimentos. Por una parte, el papel del azúcar en el riesgo de padecer obesidad está bien documentado[iv]. Por otra parte, la encuesta Enkid, llevada a cabo con una muestra representativa de la población infantil de España, mostró que las galletas están entre los alimentos que más calorías, grasas totales, grasas saturadas y azúcares aportan a los niños[v]. Añadámosle que España figura entre los países con mayores tasas de sobrepeso y obesidad infantil del mundo[vi], una situación muy preocupante que supone una auténtica epidemia. Para la Organización Mundial de la Salud estamos ante “uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI”.

 

La gráfica que detallo a continuación es simplemente un “extracto” de la tabla anterior, para que quede más claro que las galletas María y la sanísima “Digestive” (ejem) son comparables al croissant (uno de los máximos exponentes de la bollería) en cuanto a grasa total, grasa saturada y azúcar.

 

Gráfica 1. Porcentaje de grasa total, grasa saturada y azúcar en el croissant, así como en las galletas María y “Digestive”. Fuente: Farran A, et al. Tabla de composición de los alimentos. Barcelona: Universidad de Barcelona-CESNID; 2004.

 

Ojo, no estoy diciendo que sea mejor tomarse un croissant que una galleta, ni que masticar una galleta sea una sentencia de muerte (no lo es ni por asomo), lo que digo es que es tan poco aconsejable consumir galletas a menudo como escoger cualquier otro producto de bollería si lo que queremos es que nuestra alimentación se parezca a una dieta saludable.

 

No extraña, por todo ello, que algunas guías de alimentación infantil detallen que las galletas son un producto «malsano». Es el caso de la guía “L’alimentació saludable en l’etapa escolar” (La alimentación saludable en la etapa escolar), coordinada por Gemma Salvador y Maria Manera, y en la que tuve el gusto de participar como revisor. La ha publicado en 2020 la Generalitat de Catalunya (Agència de Salut Pública de Catalunya) y contó con el consenso de las siguientes entidades[vii]:

 

Si vives en Cataluña y en la escuela de tu hijo o hija son pro-galletas, no dudes en enseñarles la citada guía, apuntando con tu dedo a las palabras “Generalitat de Catalunya (Agència de Salut Pública de Catalunya)”. Si son gente sensata (no siempre es así, lamentablemente), entenderán que “malsano” e «nutritivo» no son sinónimos.

 

Ya que hablo de galletas y de niños, ¿sabías que un reciente estudio ha observado que si le decimos a un niño que la galleta le “fortalece” (algo que es falso) es posible que coma menos? Lo comenté en el texto “Si le digo a mi hijo que la zanahoria “te ayuda a leer y a contar” o que la galleta ‘te fortalece’ ¿comerá más…o menos?”. Y es que pretender manipular a los niños (o a los adultos) como si fueran de plastilina nunca da buenos resultados.

 

Finalizo con un fragmento del libro “Secretos de la gente sana”, que publiqué en 2012 junto a la periodista María José Mateo[viii]. No se pierdan el “donde dije digo, digo Diego” de “El monstruo de las galletas”.

 

“Encontramos un ejemplo de este tipo de alimentos [altamente procesados] en las galletas María. Te propongo que las compares con un alimento no procesado: el plátano. Sé que la galleta y el plátano no forman parte del mismo grupo de alimentos, pero también sé que nuestros niños desayunan o meriendan galletas en vez de fruta (la tercera fuente de grasa saturada en la dieta de los niños españoles son las galletas María, según el estudio enKid[ix]). Así que veamos algunas diferencias entre merendar galletas o merendar plátanos. ¿Sabes cuántos plátanos tienes que comerte para igualar la cantidad de grasa que hay en cinco galletas María? Veintisiete. Para igualar la cantidad de sodio (la sal es cloruro sódico) deberías tomarte la friolera de 85 plátanos[x]. Uno al lado del otro sumarían 17 metros y pico. Algo así como unas diez personas de mi estatura (mido 1,73 metros) tumbadas y seguidas como si fueran piezas de dominó. No comparo los azúcares de ambos alimentos por la sencilla razón de que no son comparables: los del plátano son, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), «carbohidratos» (cuya ingesta contribuye a equilibrar la alimentación) mientras en las galletas hallamos ocultos muchos «azúcares libres», que se asocian, de nuevo según la OMS, a un mayor riesgo de ganancia de peso y de caries[xi].

 

¿Crees que El monstruo de las galletas de Barrio Sésamo conocía estos datos? No, desde luego. En 2007, en respuesta a los niveles alarmantemente altos de obesidad infantil en los Estados Unidos, el Monstruo de las Galletas explicó en un programa de televisión llamado «Martha Stewart» su nueva filosofía «las galletas son un alimento ocasional»”.

 

[i] http://www.magrama.gob.es/es/prensa/ultimas-noticias/notas-de-prensa-din.aspx?tcm=tcm:7-292032-16v

[ii] Farran A. Tabla de composición de los alimentos. Barcelona: Universidad de Barcelona-CESNID; 2004.

[iii] http://aesan.msssi.gob.es/AESAN/docs/docs/evaluacion_riesgos/estudios_evaluacion_nutricional/valoracion_nutricional_enide_macronutrientes.pdf

[iv] Te Morenga L, Mallard S, Mann J.Dietary sugars and body weight: systematic review and meta-analyses of randomised controlled trials and cohort studies. BMJ. 2012 Jan 15;346:e7492.

[v] Serra Majem Ll, Aranceta Bartrina J, editores. Nutrición infantil y juvenil. Estudio enKid. Barcelona: Masson; 2004.

[vi] Pérez-Farinós N, López-Sobaler AM, Dal Re MÁ, Villar C, Labrado E, Robledo T, Ortega RM. The ALADINO study: a national study of prevalence of overweight and obesity in Spanish children in 2011. Biomed Res Int. 2013;2013:163687.

[vii] Agència de Salut Pública de Catalunya. “L’alimentació saludable a l’etapa escolar” Barcelona: Editat per l’Agència de Salut Pública de Catalunya. 2020. En línea: https://salutpublica.gencat.cat/web/.content/minisite/aspcat/promocio_salut/alimentacio_saludable/02Publicacions/pub_alim_inf/guia_alimentacio_saludable_etapa_escolar/guia_alimentacio_etapa_escolar.pdf

[viii] Basulto J, Mateo MJ. Secretos de la gente sana. 2ª ed. Barcelona: Penguin Random House; 2014.

[ix] Serra Majem Ll, Aranceta Bartrina J, editores. Nutrición infantil y juvenil. Estudio enKid. Barcelona: Masson; 2004.

[x] Farran A. Tabla de composición de los alimentos. Barcelona: Universidad de Barcelona-CESNID; 2004.

[xi] World Health Organization. Report of a Joint WHO/FAO Expert Consultation on Diet, Nutrition and the Prevention of Chronic Diseases. WHO Technical Report Series 916. WHO Geneva. 2003.

 

 

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