Es más fácil tragar una pastilla que comer una pieza de fruta, hacer una ensalada, cocinar pasta integral con verduras o preparar un plato de legumbres. Seguro. Pero no es lo mismo. También es más fácil rascarse la barriga que jugar al ajedrez o que interpretar el concierto para violín en re mayor de Tchaikovsky. Pero tampoco es lo mismo.

Lo digo porque los estudios serios muestran de forma clara que consumir una dieta rica en alimentos de origen vegetal poco procesados y con una menor proporción de productos de origen animal (o sea, «Más vegetales, menos animales«) se relaciona con más calidad de vida y con una mayor esperanza de vida. Pero esa misma clase de estudios, los serios, no concluyen que tomar pastillas de vitaminas y minerales ejerza el mismo efecto. Ni por asomo. Hablé de ello en 2017, en el texto «¿Suplementos dietéticos? ¿Complementos alimenticios? ¿Multivitamínicos? Ojo con eso«. Texto que, como veréis, he ido actualizando con diversas posdatas.

Pues bien, se acaba de publicar un importante documento sobre esta cuestión, y de ahí estas líneas. Por si no os apetece leerlas y preferís escuchar un podcast, hablé de ello el pasado domingo con Carles Mesa en mi espacio «Vida Sana» del programa «No es un día cualquiera» (Radio Nacional de España). Lo tenéis aquí: «¿Suplementos de vitaminas y minerales?, en «Vida Sana» (26/06/2022)«.

El documento lo ha publicado el USPSTF, que son las siglas de The United States Preventive Services Task Force, es decir, el Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de los Estados Unidos. Se trata de (leo de Wikipedia) «un panel independiente de expertos en atención primaria y prevención que revisa sistemáticamente la evidencia de efectividad y desarrolla recomendaciones para los servicios preventivos clínicos». EL USPSTF está formado por médicos de medicina interna, pediatría, medicina familiar, obstetricia y ginecología, enfermería y psicología, con experiencia en metodología científica, epidemiología, bioestadística, investigación de servicios de salud, ciencias de la decisión y economía de la salud. Y recibe fianciación por la Agencia para la Investigación y la Calidad de la Atención Médica del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU.

El rollo anterior es para que se entienda que no se trata de cuatro amigotes que se han reunido para decidir dónde irán a tomar cañas esta tarde, sino de un equipo multidisciplinar de personas expertas que sigue una metodología rigurosa para evaluar cuestiones de salud. Que es como tiene que ser, por otra parte.

Supe de este documento gracias a un tuit del gran doctor Miguel Marcos, que resume en 33 palabras la magnitud de la tragedia: «En EEUU el gasto en vitaminas y suplementos es de 50 mil millones al año (en 2021). Pese a que no hay evidencia de que sean eficaces en la gran mayoría de situaciones».

 


Antes de seguir, algo importante. Los firmantes de la investigación indican que su estudio no se aplica a niños, a personas hospitalizadas o con una deficiencia nutricional conocida (si alguien presenta una deficiencia bien diagnosticada de, por ejemplo, vitamina D, conviene que tome vitamina D, lógicamente), ni tampoco se aplica a mujeres embarazadas o que intenten quedarse embarazadas. Este último colectivo no debe olvidar (y así aparece citado en el trabajo) la importancia de la suplementación con ácido fólico, algo de lo que hablé en el escrito «El cinturón de seguridad en el coche no es una moda, y el ácido fólico en embarazadas tampoco«. El trabajo, por cierto, tampoco desmiente la importancia de la vitamina B12 en personas que siguen una dieta vegetariana o vegana (más información, aquí: https://juliobasulto.com/b12/).

Total, que aquí tenéis la investigación, que ha evaluado mediante una revisión sistemática con metaanálisis 84 estudios (se han incluido 52 estudios nuevos desde la última recomendación de la USPSTF sobre este tema -2014-), con un total de 739.803 personas:

Elizabeth A O’Connor, Corinne V Evans, Ilya Ivlev, Megan C Rushkin, Rachel G Thomas, Allea Martin, Jennifer S Lin. Vitamin and Mineral Supplements for the Primary Prevention of Cardiovascular Disease and Cancer: Updated Evidence Report and Systematic Review for the US Preventive Services Task Force. JAMA. 2022 Jun 21;327(23):2334-2347.

¿Qué concluye? Varias cosas.

  1. «La suplementación con vitaminas y minerales se asoció con poco o ningún beneficio en la prevención del cáncer, las enfermedades cardiovasculares y la mortalidad». El estudio también observó «un riesgo ligeramente menor de incidencia de cáncer con el uso de multivitaminas», aunque acto seguido leemos que las pruebas que sustentan la anterior observación tienen «limitaciones importantes» («However, the evidence for multivitamins had important limitations»).
  2. El betacaroteno (con o sin vitamina A) se asoció significativamente con un mayor riesgo de cáncer de pulmón y mortalidad cardiovascular en personas con alto riesgo de cáncer de pulmón (fumadores o personas expuestas al asbesto, también llamado amianto o uralita).
  3. La vitamina D no disminuye el riesgo de mortalidad, de enfermedad cardiovascular o cáncer.
  4. La vitamina E, famosa por sus supuestos efectos antioxidantes, no se asoció significativamente con un menor riesgo de mortalidad, de enfermedades cardiovasculares o cáncer.
  5. Los estudios realizados específicamente sobre la suplementación con calcio, vitamina A, betacaroteno, ácido fólico con o sin vitamina B12, vitamina B3, vitamina B6, vitamina C y selenio no han mostrado beneficios en la reducción de la mortalidad general
  6. La evidencia del beneficio de otros suplementos es «equívoca, mínima o inexistente».
  7. Algunos suplementos pueden aumentar el riesgo de daños graves. Es el caso de la vitamina A, que aumentaría el riesgo de fractura de cadera, la vitamina E, que elevaría el riesgo de accidente cerebrovascular hemorrágico, y la vitamina C y el calcio, que se han asociado a un mayor riesgo de cálculos renales.

Y a partir de esta investigación, el USPSTF emite un documento de postura. Es este:

US Preventive Services Task Force. Vitamin, Mineral, and Multivitamin Supplementation to Prevent Cardiovascular Disease and Cancer: US Preventive Services Task Force Recommendation Statement. JAMA. 2022 Jun 21;327(23):2326-2333.

En él, el USPSTF dictamina lo siguiente:

  1. Se recomienda no usar suplementos de betacaroteno o vitamina E para la prevención de enfermedades cardiovasculares o cáncer.
  2. La evidencia actual es insuficiente para evaluar el balance de beneficios y daños del uso de suplementos multivitamínicos para la prevención de enfermedades cardiovasculares o cáncer.
  3. La evidencia actual es insuficiente para evaluar el balance de beneficios y daños del uso de suplementos de nutrientes únicos o combinados (distintos del betacaroteno y la vitamina E) para la prevención de enfermedades cardiovasculares o cáncer.

Pero casi tan interesante como la investigación y el documento de postura es leer el par de editoriales que analizan tales escritos. Empecemos por el de Jenny Jia, Natalie A Cameron y Jeffrey A Linder. Es este:

Jia J, Cameron NA, Linder JA. Multivitamins and Supplements-Benign Prevention or Potentially Harmful Distraction? JAMA. 2022 Jun 21;327(23):2294-2295.

El título ya nos da una pista de por dónde van los tiros: «Multivitaminas y suplementos: ¿prevención benigna o distracción potencialmente dañina?». Nos detallan, como era de esperar, que los beneficios de los alimentos de origen vegetal poco procesados no se pueden comparar ni en sueños a lo que ocurre cuando tomamos pastillas de vitaminas y minerales, por más que presuman de propiedades antioxidantes o antiinflamatorias. Que no podemos encapsular la naturaleza, vamos. También nos explican que «en el mejor de los casos», los supuestos beneficios de los multivitamínicos en la reducción de la mortalidad probablemente sean pequeños. Pero añaden que «esta estimación se basa en evidencia imperfecta, es imprecisa y es muy sensible a cómo se interpretan y analizan los datos». ¿Por qué? Porque los estudios de base son con mezclas diferentes de vitaminas y minerales, los tiempos de seguimiento son cortos y las muestras de voluntarios no son representativas (son «no diversas», en sus palabras).

Pero lo más importante de este editorial, en mi opinión, es esta afirmación: «Los daños muy reales de los suplementos no se estudian tan extensamente como los de los productos farmacéuticos». Es decir, que los posibles riesgos del uso masivo de suplementos de vitaminas y minerales es probable que sean mayores a lo observado en el nuevo análisis del USPSTF. Tenéis más información en el genial libro «El derecho de la nutrición«, del abogado experto en derecho alimentario Francisco José Ojuelos (@fojuelosdotcom).

¿Y qué aconsejan? Pues lo de siempre: que nos sigamos centrando «en enfoques basados en la evidencia, incluidas dietas equilibradas ricas en frutas y verduras y actividad física». Amén.

El segundo editorial es el de Peter A. Ubel:

Ubel PA. Why Too Many Vitamins Feels Just About Right. JAMA Intern Med. 2022 Jun 21.  Epub ahead of print.

Ubel se pregunta por qué tantas y tantas personas consumen suplementos de vitaminas y minerales si los estudios serios centrados esta cuestión muestran una y otra vez «beneficios tan decepcionantes». Y se responde con varias teorías.

  1. La primera es que «la gente tiende a ver el mundo en dicotomías agudas: bueno/malo, conmigo/contra mí». Y el paquete «vitaminas y minerales» lo hemos metido en la categoría «bueno y saludable», en vez de «mala y no saludable». Y de ahí no hay quien nos saque.
  2. La segunda es que presentamos, en este tema, «insensibilidad a la dosis». O sea, asumimos que más es mejor, ignorando la posibilidad de que los beneficios para la salud de vitaminas y minerales varíen dependiendo de la dosis. Citan esta genial broma de la estrella de Hollywood Mae West que afirmó que si «un poco es genial» y «mucho es mejor», “¡entonces demasiado es lo correcto!”. Ya hemos visto que demasiadas vitaminas pueden ser «anticorrectas».
  3. La tercera teoría es el sesgo hacia lo que consideramos «natural». Abordé esta cuestión en 2013 en el artículo «Complementos dietéticos: cuidado con lo «natural»«.
  4. La cuarta es el llamado «sesgo de acción». Preferimos errar haciendo algo que quedándonos quietos. Así, preferimos tomar pastillas que no hacer nada (cuando sería mejor pensar en mejorar nuestro estilo de vida, por supuesto). Ubel pone un ejemplo buenísimo:

«Grandes estudios han demostrado que la estrategia óptima para bloquear un tiro penal [un penalti] es quedarse quieto en lugar de saltar hacia la izquierda o hacia la derecha. Sin embargo, sería terrible estar de pie mientras un oponente golpea una pelota en el fondo de la red. Por lo tanto, los porteros suelen lanzar sus cuerpos en una dirección u otra, consolados por la idea de que cuando un oponente inevitablemente marca, al menos hicieron un esfuerzo heroico para evitar ese resultado».

Ubel acaba preguntándose por qué tantas personas toman vitaminas inútiles y «se niegan a recibir vacunas beneficiosas». No incluyo aquí sus consideraciones (el artículo es de acceso gratuito: os aconsejo leerlas), pero sí quiero traer aquí esta maravillosa reflexión:

«Si queremos que las personas dejen de tomar vitaminas innecesarias y comiencen a recibir vacunas que salvan vidas, debemos abordar los factores psicológicos (y políticos) que hacen que las personas adopten creencias incongruentes con la evidencia».

En resumen: menos gastar tiempo, dinero, atención, esperanzas (y, quizá, salud) en pastillas de vitaminas y minerales, y más invertir en una pastilla barata, segura y gratificante llamada «estilo de vida».

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