Ujué Fresán y Julio Basulto

Seguro que os ha llegado, por una u otra vía, la noticia de que cierto estudio ha observado un mayor riesgo de fractura en mujeres vegetarianas (BMC Med. 2022 Aug 11;20(1):275). Se trata de una investigación en la que se pretende determinar si seguir un tipo de dieta u otra afecta al riesgo de fractura de cadera en mujeres. Para ello, analizaron la dieta de 26.318 mujeres del Reino Unido de entre 35 a 69 años de edad, y las clasificaron como consumidoras habituales de carne (≥ 5 raciones/semana), carnívoras ocasionales (< 5 raciones/semana), pescetarianas (comían pescado, pero no carne) o vegetarianas (no comían ni carne ni pescado). Y justo aquí viene un “pero” importante: el cuestionario para dilucidar en qué grupo clasificar a dichas mujeres fue rellenado por ellas en 1995-1998. Después de nada menos que 22,3 años (de media) de dicho momento, se evaluó cuántas de ellas habían sufrido una fractura de cadera.

¿Cómo fue su dieta desde entonces hasta que se rompieron la cadera? ¿Siguieron el mismo patrón dietético o cambiaron? No se sabe; durante esos 22,3 años nadie preguntó a dichas mujeres si habían cambiado en algo su dieta. Esto supone un “pero” muy grande, ya que no sabemos si las mujeres seguían el mismo patrón dietético que varios años atrás. Pero esto no es todo; aún hay nueve “peros” más que nos impiden sacar conclusiones sobre si las mujeres vegetarianas realmente tienen mayor riesgo de fractura de cadera o no, y si es así, por qué:

1.- En los años 90 las personas que seguían una dieta vegetariana probablemente no contaban con información, y mucho menos con nadie que les asesorara mínimamente, sobre cómo llevar su dieta correctamente. Y es que los conocimientos científicos sobre el vegetarianismo y el interés de los equipos de investigación por esta dieta eran paupérrimos entonces. Básicamente se centraban en los riesgos y no en los beneficios (Am J Clin Nutr. 1999 Sep;70(3 Suppl):601S-607S), y mucho menos en cómo llevar una dieta vegetariana saludable. Es más, debido a la mala fama de las dietas vegetarianas por aquella época, es posible que estas mujeres optasen por este patrón dietético por razones políticas, religiosas, o cualquier otra razón antes de que por salud; así que no tenían por qué seguir un patrón saludable ni interesarse por ello, ya que no era su fin. Y sin embargo, a pesar de todo, salvo en el caso de la fractura de cadera, las mujeres del estudio tenían menor riesgo de muchas enfermedades crónicas (principales causas de mortalidad en la población actual) sin pretenderlo. De hecho, las investigaciones han aumentado espectacularmente en los últimos años. En la gráfica que aparece debajo de estas líneas se observa que el número de investigaciones sobre vegetarianismo es siete veces superior en 2021 que en 1996. Es más, las nuevas investigaciones mayoritariamente constatan claros beneficios para la salud atribuibles a la dieta vegetariana (Eur J Nutr. 2022 Aug 27. Epub ahead of print).

Fuente: elaboración propia con datos de PubMed (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/?sort=date&term=%22Diet%2C%20Vegetarian%22%5BMesh%5D&timeline=expanded).

De cualquier manera, seamos pragmáticos: muchas de las personas que hoy en día siguen una dieta vegetariana lo hacen por conseguir los beneficios en la salud que esta dieta puede ofrecer. Esto, junto a que se dispone de mucha más información sobre cómo seguir una dieta vegetariana nutricionalmente equilibrada y saludable (un ejemplo es el muy recomendable libro “Vegetarianos con más ciencia”, de Lucía Martínez), hace pensar que probablemente no encontremos el mismo resultado si lo hacemos con mujeres que empiezan hoy a seguir esta dieta. De hecho, esto es algo que reconoce el propio equipo de investigación: “La ingesta de alimentos y nutrientes en los vegetarianos en los últimos años podría diferir de cuando se recopilaron los datos en el momento del reclutamiento debido a cambios en las últimas dos décadas […] [y esto] reduce la posibilidad de generalizar nuestros hallazgos a los vegetarianos modernos”.

2.- Aunque es cierto que el estudio ha tenido en cuenta muchos factores que están relacionados con la salud ósea al hacer el análisis, no tiene en cuenta todos. Por ejemplo, la ingesta de potasio, claramente relacionado con la salud ósea (Adv Nutr. 2013 May 1;4(3):368S-77S). ¿Es la falta de potasio lo que incrementaba el riesgo de fractura de cadera en mujeres vegetarianas? El estudio no lo aclara.

3.- Por supuesto han tenido en cuenta la cantidad de calcio que contienen los alimentos, pero no la cantidad absorbida. Y es que la biodisponibilidad del calcio varía mucho en función del tipo de alimento escogido. ¿Es la falta de calcio disponible lo que aumenta el riesgo de fractura de cadera en mujeres vegetarianas? De nuevo, el estudio no lo aclara.

4.- Tienen en cuenta la vitamina D dietética, pero no la exposición solar. Si las vegetarianas son de regiones con menos exposición solar es posible que tengan menos vitamina D, aumentando la fragilidad del hueso. No olvidemos que el 90% de nuestros depósitos de vitamina D provienen de la síntesis cutánea tras la exposición al sol, tal y como ha justificado recientemente el grupo “Alimentación y nutrición” de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria. ¿Es la falta de vitamina D lo que aumenta el riesgo de fracturas? Una vez más, el estudio no lo aclara.

5.- El ejercicio físico es otro factor que influye en la salud ósea, incluso en personas mayores de 65 años (Int J Behav Nutr Phys Act. 2020 Nov 26;17(1):150). La investigación tiene en cuenta si las voluntarias lo realizan o no, pero no se detalla qué tipo de ejercicio físico realizan. Sabemos que no es lo mismo realizar ejercicios aeróbicos que de fuerza, ya que estos últimos son más protectores contra el riesgo de fractura (Endocrinol Metab (Seoul). 2018 Dec;33(4):435-444). Las mujeres que consumían carne y las vegetarianas, ¿hacían ejercicios de fuerza por igual? De nuevo, el estudio no lo aclara.

6.- Según los propios autores, no se ha distinguido entre fracturas traumáticas o por fragilidad ya que, en sus palabras “no se disponía de información sobre la causa de las fracturas de cadera”. ¿Y si las vegetarianas tenían una vida más activa porque estaban más sanas (por ejemplo, practicaban más deportes de riesgo), y por eso tenían más riesgo de fracturas de cadera? En tal caso el consejo no sería “vigile la nutrición” sino “vigile el tipo de ejercicio que realiza”.

7.- Tampoco se ha tenido en cuenta el uso de medicamentos que podrían afectar las asociaciones entre los grupos de dieta y el riesgo de fractura de cadera “debido a la falta de datos”. ¿Tomaban las mujeres omnívoras algún medicamento que disminuía su riesgo, o las vegetarianos alguno que lo aumentaba? Insistimos: el estudio no lo aclara.

8.- Se analiza si las voluntarias tomaban o no complementos alimenticios pero no se especifica cuáles o en qué cantidad. ¿Y si las mujeres que consumían carne tomaban suplementos que redujesen el riesgo de fractura de cadera, o las vegetarianas alguno que pudieran haberlo aumentado? No lo sabemos, el estudio no lo aclara.

9.- Se sabe que el riesgo de estas fracturas es mayor en mujeres con un Índice de Masa Corporal (IMC) por debajo del normopeso (IMC<18.5). ¿Es esto lo que incrementaba el riesgo en mujeres vegetarianas? No lo sabemos. Hacen un análisis para ver cómo influye el IMC, pero ponen el corte en 23.5. ¡¿23,5?! Es un corte muy arbitrario. Lo lógico sería realizar análisis separados para personas: 1) Con IMC <18,5 (bajo peso); 2) Con IMC entre 18,5 y 24,9 (normopeso); y 3) Con IMC de 25 o más (sobrepeso u obesidad) para poder determinarlo. Al no ser así, el estudio no permite determinar si el IMC tiene que ver o no con este mayor riesgo. E incluso los propios autores dejan la puerta abierta en la discusión a que el IMC pueda explicar (al menos parcialmente) los resultados.

En resumen, esta investigación no cambia un ápice las conclusiones que indicamos en nuestro anterior texto sobre esta cuestión (“El vegetarianismo ¿rompe los huesos?”):

«¿Verdad que pese a que la carencia de ácido fólico es preocupante en el embarazo no les decimos a las mujeres embarazadas “aborte”, sino “consuma ácido fólico”? (11, 12). Por la misma razón, tampoco diremos a las personas vegetarianas o veganas, tras leer este nuevo estudio, que abandonen su plan de alimentación, máxime sabiendo los demostrados beneficios de salud, medioambientales y de bienestar animal que acompañan a estos planteamientos dietéticos. Lo que se debe hacer es 1) dilucidar si de verdad las mujeres vegetarianas tienen hoy en día mayor riesgo de fractura de cadera; 2) si lo es, averiguar a qué se debe; 3) si el riesgo existe y sabemos la causa, aportar consejos dietético-nutricionales o de estilo de vida para minimizar o eliminar el riesgo.

Nuestra recomendación última para personas vegetarianas, por tanto, no es “coma carne”, sino que, salvo en lo concerniente a la vitamina B12, es muy parecida a la recomendación que daríamos a cualquier otra persona: esfuércese por seguir un patrón de alimentación nutricionalmente adecuado y saludable, expóngase con frecuencia pero con moderación a los rayos del sol (para sintetizar la vitamina D ) (13), consuma suplementos de vitamina B12 (14) y evite el sedentarismo, el tabaquismo y el consumo de alcohol».

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